Afortunadamente, para ese momento, Yanyan ya era capaz de cuidar de su hermano y hermana menores, permitiéndole continuar ganando Moneda de Plata en la clínica del pueblo con tranquilidad. La vida no era mala para la familia tal como estaba, sin embargo, había subestimado enormemente la codicia de su segunda cuñada. Para su consternación, ella secretamente se llevaba la mayoría del grano que él traía a casa cada vez, dejando justo lo suficiente para que los tres niños no murieran de hambre...
Mo Qingze sintió un escalofrío por todo el cuerpo al pensar en las acciones de su segunda cuñada a lo largo de los años, junto con la aprobación tácita de su segundo tío, y las escenas que se habían desarrollado esa tarde. Cerró los ojos con agonía, y sus manos escondidas en las mangas temblaban incontrolablemente, como si solo así pudiera probar que todo esto no era su imaginación.