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18.18% El Heraldo del Éter: Renacer en Eryndor / Chapter 2: Capítulo 1

章 2: Capítulo 1

El Renacimiento en Eryndor

Izuku Midoriya sintió el frío suelo bajo su cuerpo antes de abrir los ojos. El aire era diferente aquí, más limpio, cargado con una esencia extraña que nunca había experimentado antes. A su alrededor, los sonidos de un bosque despertaban: el murmullo de hojas movidas por el viento, el canto de aves desconocidas, y el suave goteo de agua en la distancia. Respiró profundamente, dejando que esa nueva atmósfera llenara sus pulmones.

Cuando finalmente abrió los ojos, lo primero que notó fue el cielo. No era el mismo cielo azul que había conocido toda su vida; este estaba teñido con colores que desafiaban la descripción, dorados y violetas que se entrelazaban con tonos de rosa y rojo. Las estrellas, mucho más grandes y brillantes de lo que había visto en su mundo anterior, se agrupaban en constelaciones que le eran completamente ajenas. Había algo mágico en ese firmamento, algo que lo hizo sentir insignificante y, al mismo tiempo, parte de algo mucho más grande.

Se sentó lentamente, sintiendo cómo su cuerpo, ahora extraño y desconocido, respondía a sus comandos. Sus manos, más grandes y fuertes que las que recordaba, se movieron frente a su rostro. Había cicatrices allí, marcas de luchas que no recordaba haber tenido. Estaba vestido con una túnica simple, blanca y lisa, que cubría su cuerpo completamente, aunque no sentía frío ni calor.

"¿Dónde estoy?" pensó, tratando de recordar cómo había llegado hasta aquí. Los últimos recuerdos que tenía eran borrosos: la batalla final, el sacrificio... y luego, el vacío. Pero ahora, estaba aquí, en este lugar extraño que parecía estar fuera del tiempo y el espacio que conocía.

Izuku se puso de pie, tambaleándose ligeramente mientras se adaptaba a la nueva sensación de equilibrio. Era como si cada parte de él hubiera sido recalibrada para este nuevo entorno. Cuando finalmente logró estabilizarse, comenzó a caminar, movido por una fuerza interior que lo guiaba hacia adelante, sin un destino claro en mente.

El bosque que lo rodeaba era denso, pero no opresivo. Los árboles eran altos y majestuosos, con troncos de un color verde esmeralda que reflejaba la luz de manera que parecía emitir un brillo suave. El suelo estaba cubierto de una capa de hojas y musgo, y cada paso que daba producía un crujido sutil que resonaba en el silencio. Izuku se detuvo un momento, inclinándose para tocar el suelo. Estaba cálido, vivo.

"Esto no es Japón..." pensó, el miedo comenzando a asentarse en su mente. "Ni siquiera parece la Tierra." Pero al mismo tiempo, sentía una extraña paz. Como si, de alguna manera, supiera que este era su destino.

Mientras caminaba, comenzó a notar más detalles. Criaturas pequeñas, parecidas a ardillas pero con alas, lo observaban desde las ramas superiores. Flores que brillaban con una luz suave crecían en claros, llenando el aire con un aroma dulce y embriagador. Incluso el viento parecía cantar una melodía tranquila mientras rozaba las hojas. Todo parecía tener un propósito, una armonía que era casi palpable.

Después de lo que pareció ser una eternidad, Izuku llegó a un claro en el bosque. En el centro, una mujer estaba de pie, esperando. Su cabello era plateado, brillando bajo la luz de las estrellas, y su vestido fluía como si estuviera hecho de la misma tela que el cielo nocturno. Sus ojos, profundos y sabios, lo observaron con una calma que le resultó reconfortante.

"Bienvenido a Eryndor, Heraldo del Éter," dijo la mujer con una voz suave, pero llena de autoridad. "Te he estado esperando."

Izuku la miró, tratando de procesar sus palabras. Heraldo del Éter. El título resonó en su mente, como si hubiera sido implantado allí mucho antes de que él naciera. "¿Quién eres? ¿Qué es este lugar?" preguntó, su voz temblorosa por la confusión y el desconcierto.

"Mi nombre es Eirene," respondió la mujer, acercándose a él con pasos ligeros. "Soy una elfa luminosa, una guardiana de la luz en este mundo. Eryndor es un reino antiguo, un lugar donde la magia fluye a través de cada ser viviente. Y tú, Izuku Midoriya, has sido elegido por el Éter para ser su heraldo en estos tiempos oscuros."

Izuku parpadeó, tratando de asimilar lo que ella estaba diciendo. "¿El Éter? ¿Magia?" Todo parecía sacado de un libro de fantasía, y sin embargo, cada palabra que decía resonaba con una verdad profunda que él no podía ignorar.

Eirene asintió suavemente. "El Éter es la fuente de toda la magia en este mundo. Es una energía pura que fluye a través de todas las cosas, dándoles vida y poder. Sin embargo, esa energía ha sido perturbada por fuerzas oscuras que buscan corromperla. Es por eso que estás aquí. El Éter te ha traído para que lo protejas, para que restaures el equilibrio en Eryndor."

Izuku sintió que su mente giraba con todas las nuevas revelaciones. Había dejado un mundo de héroes y villanos solo para ser arrojado a otro lleno de magia y misterio. "¿Por qué yo?" preguntó, su voz llena de duda. "No soy más que un chico normal... un héroe de segunda categoría."

Eirene sonrió con amabilidad. "Esa humildad es precisamente una de las razones por las que el Éter te eligió. No eres un chico normal, Izuku. Has demostrado valentía, sacrificio y un corazón puro. Estas son las cualidades que este mundo necesita ahora más que nunca."

Las palabras de Eirene penetraron profundamente en Izuku. Aunque las dudas aún lo atormentaban, también sintió una chispa de determinación encenderse en su interior. Si este mundo necesitaba su ayuda, no podía rechazarlo. Después de todo, había sido un héroe en su mundo anterior, y no importaba dónde estuviera ahora, ese deseo de proteger y salvar a otros seguía ardiendo con fuerza dentro de él.

Eirene extendió una mano hacia él. "Ven, hay mucho que debes aprender, y el tiempo es corto. Las sombras se están extendiendo, y debemos prepararnos."

Izuku tomó su mano, sintiendo una conexión inmediata, como si estuviera destinado a seguirla. Juntos, caminaron hacia la profundidad del bosque, mientras Eirene comenzaba a explicarle más sobre Eryndor, la magia y el papel crucial que debía desempeñar.

A medida que avanzaban, Izuku comenzó a notar un cambio en el ambiente. El aire se volvía más denso, cargado de una energía vibrante que hacía que los pelos de su nuca se erizaran. Podía sentir la magia a su alrededor, fluyendo a través de los árboles, el suelo, incluso el viento. Era como si el mundo mismo estuviera vivo, respirando junto a él.

Finalmente, llegaron a un lugar que parecía sacado de un sueño. En medio del bosque, rodeado por un círculo de piedras antiguas, se encontraba un árbol gigantesco, sus raíces extendiéndose profundamente en la tierra y sus ramas alcanzando el cielo. La luz de las estrellas parecía concentrarse en este lugar, iluminando el árbol con un brillo suave y etéreo.

"Este es el Árbol de la Vida," dijo Eirene, su voz reverente. "Es el corazón de Eryndor, el lugar donde el Éter es más fuerte. Aquí, podrás conectarte con el Éter y comenzar a aprender cómo usar tu nuevo poder."

Izuku miró el árbol con asombro. Había algo en él que lo atraía, una fuerza poderosa que sentía en lo más profundo de su ser. Dio un paso adelante, acercándose al tronco del árbol. A medida que lo hacía, la energía a su alrededor se intensificaba, pulsando al ritmo de su propio corazón.

Extendió una mano hacia el árbol, y cuando sus dedos tocaron la corteza, una explosión de luz lo envolvió. Cerró los ojos instintivamente, pero no sintió miedo. En lugar de eso, una sensación de calidez y paz lo inundó, como si estuviera siendo abrazado por una fuerza mayor. Podía sentir el poder del Éter fluyendo a través de él, conectándolo con el mundo de una manera que nunca había experimentado antes.

"Izuku Midoriya, Heraldo del Éter," la voz de Eirene sonó en su mente, suave y distante. "Acepta este poder y úsalo para proteger a Eryndor. El equilibrio de nuestro mundo depende de ti."

Izuku sintió cómo el poder del Éter se asentaba dentro de él, como si hubiera encontrado su verdadero hogar. Sabía que este era solo el comienzo de un largo viaje, uno lleno de desafíos y peligros. Pero también sabía que no estaba solo. El Éter estaba con él, guiándolo y dándole la fuerza para enfrentar cualquier cosa que este nuevo mundo le arrojara.

Cuando la luz finalmente se desvaneció, Izuku abrió los ojos. Se sentía diferente, más fuerte, más consciente de su entorno. El Árbol de la Vida seguía brillando suavemente, pero ahora parecía estar en silencio, como si su tarea estuviera completa.

Eirene lo observó con una sonrisa tranquila. "Has dado el primer paso, Izuku. Ahora, debemos prepararnos para lo que viene. Las sombras no esperarán, y tampoco nosotros podemos hacerlo."

Izuku asintió, sintiendo una nueva determinación arder dentro de él. Ya no era solo un héroe. Era un Heraldo, el protector de un mundo entero. Y estaba listo para enfrentar cualquier cosa que Eryndor tuviera reservado para él.


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