El Renacer del Heraldo
El silencio reinaba en la vasta oscuridad. Izuku Midoriya, el héroe que una vez luchó por la justicia en su mundo natal, flotaba en ese vacío infinito, su cuerpo etéreo, su alma perdida entre el fin y el comienzo. Recordaba su sacrificio, un último acto de valentía para salvar a aquellos que amaba. Sin embargo, en lugar de la paz eterna, lo aguardaba algo inesperado.
Una luz suave comenzó a rodearlo, cálida y reconfortante, como los primeros rayos del amanecer después de una larga noche. Abrió los ojos lentamente, sintiendo cómo su esencia era arrastrada por una corriente invisible, atrayéndolo hacia un nuevo destino. No entendía lo que estaba sucediendo, pero una voz, antigua y sabia, susurraba en su mente.
"Tu lucha no ha terminado, Heraldo del Éter. Tu verdadera misión apenas comienza."
De pronto, Izuku sintió el peso de un cuerpo físico nuevamente. El aire fresco llenó sus pulmones, y cuando abrió los ojos por completo, se encontró de pie en medio de un vasto campo, bajo un cielo teñido de tonos dorados y violetas. Las estrellas brillaban intensamente, dibujando constelaciones desconocidas para él. Un nuevo mundo se extendía ante sus pies: Eryndor.
Alrededor de él, los árboles se mecían con una brisa suave, y un río cristalino serpenteaba en la distancia. Pero Izuku no era el mismo. Sentía una fuerza dentro de él, diferente a cualquier otra que hubiera conocido. Era como si el poder del propio universo fluyera a través de sus venas.
Fue entonces cuando lo comprendió. Había renacido en este mundo con un propósito. El Éter, la fuente de toda magia en Eryndor, había elegido a Izuku como su Heraldo. Una fuerza antigua y oscura acechaba en las sombras de este nuevo mundo, y él era la única esperanza para restaurar el equilibrio.
Mientras intentaba procesar su nueva realidad, una figura se acercó desde la penumbra del bosque. Era una mujer de cabello plateado, sus ojos brillaban con la luz de las estrellas, y su presencia irradiaba una calma serena. "Bienvenido a Eryndor, Heraldo del Éter", dijo con una voz suave pero firme. "Mi nombre es Eirene, y te he estado esperando."
Izuku miró a su alrededor, sintiendo el peso de la responsabilidad sobre sus hombros. Este no era un simple renacimiento; era un llamado, una nueva oportunidad para luchar, no solo como un héroe, sino como el salvador de un mundo que lo necesitaba desesperadamente. Tomó aire profundamente y asintió, decidido.
Su antigua vida había terminado, pero aquí, en Eryndor, su historia apenas comenzaba.