Algo que me asombró un mes después de haber trabajado para la señora Gómez, fue la influencia que tenía su familia en la alta sociedad de Ciudad del Valle. Sabía, por medio de sus palabras, que su hijo era un reconocido artista plástico, pero no imaginé que tuviese reconocimiento internacional.
Me sorprendí cuando empecé a recibir ofertas laborales desde el extranjero, sobre todo de empresas argentinas y españolas, pero nunca me vi fuera de mi país, ni siquiera de mi región, por eso me limité a aceptar las propuestas que me hacían las familias de Ciudad del Valle.
Por lo general, me contrataban para eventos deportivos y reuniones pequeñas, pero desde un momento dado, cuando se acercaba diciembre, las grandes empresas también empezaron a contratarme.
No solo eso, pues las familias de renombre e incluso la alcaldía de Ciudad del Valle se hicieron con mis servicios.
Tanto fueron las solicitudes de mis servicios que me saturé de trabajo, viéndome en la necesidad de rechazar a aquellas personas que no me garantizaban un buen pago.
Podría decir que así empezó mi nueva recaída, porque con tanto trabajo y sin un asistente que gestionase mi agenda, me enfrenté al cansancio, al estrés y a la ansiedad producida por el simple hecho de haber probado un poco de cocaína en aquella fiesta.
Así fue como empecé a disponer de mi dinero para abastecerme semanalmente con cocaína, la cual solo usaba en mis turnos laborales.
Me engañé a mí mismo al hacerme creer que esa era la energía que necesitaba, en vez de recurrir a una buena dieta y al ejercicio como alguna vez lo hice; estaba perdido y una vez más era víctima de la adicción.
Lo peor de todo es que mantuve mi adicción en secreto otra vez, cuando bien podía contar, por mucho que los decepcionase, con el apoyo de mis padres para que me ayudasen a superar de nuevo ese obstáculo, pero volví a cometer el error, con la diferencia de que estaba enfrentándolo solo.
En momentos de consciencia, pensaba en llamar a Susi, aunque creí que su nuevo estilo de vida le impediría apoyarme, además de que no quería molestarla.
También pensé en Eva y Cata, pero no quise preocuparlas en un momento tan importante, pues ambas estaban centradas en la organización de su gira internacional. Así que, en pocas palabras, me vi en aprietos y no supe a quién recurrir.
Mejor dicho, ya era demasiado tarde cuando pensé en una persona a la que podía confiar mis secretos.
A fin de cuentas, la bomba explotó en casa.
La mañana del 24 de diciembre, confié en mi capacidad para ocultar las cosas cuando me encontré en casa con Valeska. Volvía de una reunión con una familia que requería de mis servicios, y no pude negarme por la excelente paga que me ofrecían, pero me dolió no pasar Noche Buena con mis padres.
Valeska notó que no estaba del todo contento, ni siquiera con su repentina presencia en casa, lo cual era motivo de alegría, así que optó por seguirme a mi habitación sin que me diese cuenta. Lo que tenía en mente era aliviar la ansiedad y la tensión que sentía, por eso me encerré para llevar a cabo mis cuestionables acciones, aunque de repente ella empezó a tocar la puerta con insistencia.
—¡Paúl, abre la puerta ahora mismo! —exigió con desespero, como si supiese lo que estaba haciendo.
Después de esnifar cocaína, la guardé todo en el escondite debajo de mi cama y organicé lo mejor que pude esa área, incluso me limpié la nariz en varias ocasiones para no levantar sospechas.
Sin embargo, omití el detalle de que Valeska era muy inteligente y perspicaz, además de que ella sabía de mi escondite, pues ambos lo descubrimos cuando limpiamos mi habitación.
—Recaíste, ¿verdad? —preguntó tras abrir la puerta.
—¿De qué estás hablando? —repliqué.
—Te estás drogando de nuevo, se te nota en la cara y en la forma en que parpadeas, estoy cien por ciento segura de que lo acabas de hacer —respondió sin dudar.
—¿Hacer qué? —preguntó mamá de repente, sentí que el corazón se me iba a salir.
—¡Nada! —exclamé asustado.
—Si no se lo dices tú, se lo diré yo —dijo Valeska con tono amenazante.
En ese instante, en vista de que estaba acorralado, tuve como única alternativa escapar. Así que las evadí y corrí por el pasillo para bajar hasta la puerta principal, pero mamá le gritó a papá y le pidió que me detuviese; lo hizo sin problemas, era más fuerte que yo.
—¿Qué sucede, hijo? —preguntó papá con voz comprensiva.
No pude responder, porque en ese instante comprendí el error que cometí, y lo que tenía en mente sucedió. Valeska revisó mi escondite y encontró mi reserva de cocaína. No era mucho, pero había suficiente para que mis padres se diesen cuenta de mi recaída.
—¡Explícame esto! —reclamó mamá alterada conforme bajaba las escaleras. Papá me sostuvo con más fuerza cuando vio la pequeña bolsa en sus manos.
—Ya sabes lo que es —musité, sin darme cuenta de que había empezado a llorar.
—Paúl, ¿acaso te drogas de nuevo? —preguntó papá, cuya voz cambió por completo, ya no era comprensiva, sino severa.
No pude responderle ni darle la cara, pero lo sorprendente fue que me soltó.
—Papá, lo sien…
No terminé de disculparme cuando un fuerte golpe en el rostro me hizo caer aparatosamente.
Mamá no se sorprendió, a diferencia de Valeska, que fue a apoyarme mientras lloraba. Hizo el intento de ayudarme a levantar, pero estaba aturdido, apenas pude ponerme de rodillas, la nariz me dolía bastante y la sangre empezó a manchar el piso.
Las manos me temblaban cuando toqué mi rostro y las vi cubiertas de sangre; jamás creí que papá sería capaz de causarme semejante daño.
Entonces, el resentimiento me llevó a cometer el error de no comprender a mis padres, de entender que la acción de papá era producto de la decepción y el calor del momento.
En vez de eso, los maldije y salí corriendo de casa, los insulté a más no poder, creyendo que escapar resolvería la situación.
Detrás de mí, solo una persona me pedía en medio de llantos que me detuviese, pero no estaba dentro de mis cabales, por eso actué por impulso cuando abrí el portón de la entrada principal; corrí sin saber a dónde me dirigía.
A partir de entonces, solo pasaron algunos segundos entre el instante en que salí de casa y la tragedia que marcó una parte importante de mi vida. Apenas recuerdo un grito femenino y el sonido de unos neumáticos derrapar. Después de eso, todo a mi alrededor se oscureció y el dolor se apoderó de mi cuerpo, aunque esa sensación duró poco tiempo, pues simplemente me quedé dormido.
Bueno, eso fue lo que me pareció.