Los meses pasaban y el vientre de Selena crecía más pesado. Ahora estaba demasiado pesada para caminar, así que usualmente se quedaba en su habitación.
—Oberón, quiero pollo —hizo un puchero.
Había comenzado a antojarse de muchas cosas, desde que estaba embarazada.
—Sí, si eso es lo que quieres, iré a buscarlo para ti —se apresuró a salir de la habitación para conseguirle algo de pollo.
Ahora tenía casi a todos bajo su control. Gritaba a las pobres sirvientas por cualquier mínimo motivo, a veces las golpeaba si se le pasaba por la cabeza.
Como todos estaban a su merced, pedía cualquier cosa que quería, a veces incluso hacía que Oberón dejara reuniones solo por ella.
Oberón regresó con el pollo que había pedido.
—¿Todavía no estás satisfecha?
Negó con la cabeza —Quiero un masaje en las piernas —hizo un puchero y rodó los ojos.
Él retrocedió la cabeza —¿Masaje en las piernas?
Ella asintió —Sí, un masaje en las piernas —puso ojos de cachorro.