—Siempre es un placer cuando podemos organizar una cena para ti, madre. Ya tengo el té preparado para ti. Las chicas están emocionadas de mostrarte sus talentos con sus instrumentos por la mañana —dijo Karen mientras ponía una bandeja con té frente a su madre.
—No son a mí a quien deben impresionar con los instrumentos. Aún deben encontrar maridos y he escuchado que el número de pretendientes que vienen aquí ha sido bajo. ¿Estás fallando en preparar a tus hijas? —preguntó Valerie.
Karen sonrió, deseando que su madre no la regañara. No era culpa de su hija que pocos jóvenes solteros estuvieran interesados en el matrimonio. No podían obligar a los hombres a ver el matrimonio como algo importante.
—Madre, ya no es como en nuestros días cuando un hombre sabía que debía casarse
—Tonterías —Valerie se negó a escuchar la afirmación—. Rápidamente llegó a mis oídos que Anna tenía una larga fila de pretendientes. Los hombres buscan casarse, pero ningún hombre busca casarse con tus hijas.