Rosa se sentó junto a la ventana para observar cómo los pretendientes de Anna eran recibidos dentro de las puertas. No podía distinguir desde donde estaba, pero parecía que llevaban regalos o flores en las manos.
El tiempo tranquilo de Rosa fue interrumpido por la criada que dejó caer el plato con la rebanada de manzanas que Anna estaba comiendo.
—Perdóneme, milady.
—Fue solo un accidente —respondió Rosa, sin darle importancia—. Usted es la que se encarga de mi habitación. Gracias.
—Es mi trabajo —dijo la joven criada, con la cabeza inclinada para evitar la mirada de Rosa.
—Sí, pero se siente bien ser elogiada por tu trabajo. Deja que te ayude —se ofreció Rosa, ya que no tenía nada que hacer.
—¡Oh! —Hailey entró en pánico. Si Emmitt pasara por ahí y viera a la joven señora ayudándola, la regañaría durante los siguientes días. Hailey se agachó para recoger las rodajas de manzana antes de que Rosa pudiera ayudarla—. Está bien, milady. Este es mi trabajo.