—Entonces, ¿tú y Rosalina son? —preguntó Víctor, curioso por saber cómo se conocieron.
—No somos nada y ahora que ella está adentro, ¿quieres reconocer que es Rosalina? —respondió Zayne.
—Es mejor que mi esposa la mire y decida si es su hija. Hemos tenido muchas impostoras a lo largo de los años y algunos de los sirvientes se unieron para engañarnos. Sé que es Rosalina, pero Madeline estará más segura que yo —dijo Víctor.
—¿Su hija? —preguntó Zayne, encontrando interesante la manera de referirse a ella—. Por un momento, sonó como si ella fuera solo la hija de tu esposa, pero quizás estoy demasiado cansado del largo viaje y estoy pensando de más.
—Ella es mi hija —dijo Víctor con confianza, deshaciéndose del malentendido—. He extrañado a mi hija, pero nadie la ha echado de menos como Madeline y nadie la reconocerá más que Madeline. Una madre conoce a su hijo.
—Un padre también debería —añadió Zayne, disfrutando de molestar a Víctor.