Al día siguiente, Rosa se sentó en el carruaje, que aún no aceptaba como suyo, con Zayne, Finn y Mary, mientras los otros soldados viajaban a caballo.
Rosa estaba pegada a la ventana, pues había mucho para ella ver y estaba buscando el campo de sus sueños. Había una oportunidad de que pudiera encontrar alguna pista sobre quién era su familia ya que Zayne la llevaría a los guardias del pueblo.
Rosa cruzó los dedos, esperando que los guardias del pueblo aquí fueran mejores de lo que estaba acostumbrada. Que se preocuparan por la gente pequeña como ella.
—Son todos grandes —dijo Rosa, asombrada por el tamaño de las casas.
Hasta ahora no era como en casa donde había casas pequeñas amontonadas. La mayoría de las casas que veía ahora eran grandes, algunas con altos muros alrededor.