—¿Dónde está Graham? —se preguntaba Silvia, ya que había pasado la hora de apertura del burdel y los clientes estaban entrando, pero no había señales de él.
Había chicas nuevas presentes, pero Graham no les había informado quién debía mostrarles qué hacer.
—Solo vayan a sus habitaciones.
—Está afuera buscando a Rosa, ¿verdad? Todos la están buscando —dijo Silvia, molesta porque Rosa acaparaba toda la atención.
Incluso el soldado que había llevado a su habitación seguía obsesionado con Rosa, aunque afirmaba odiarla. Matías no estaba cumpliendo su trato de ser su único cliente. Silvia empezaba a sentir que él estaba enamorado de Rosa pero fingía estar enojado con ella.
—Estos hombres son patéticos. ¿Qué puede hacer Rosa por ellos? Yo me encargaré de las chicas nuevas, así que ve a entretener a los clientes —decidió Silvia.