—Rosa, si algo te resulta familiar, intenta pensar más en ello para que puedas tener algunas pistas sobre de dónde vienes. ¿No tiene este reino registros de personas desaparecidas? —preguntó Zayne.
—No lo sé. Siempre he escuchado que ir a los tribunales o a los guardias del pueblo aquí es difícil. Están demasiado ocupados para ocuparse de asuntos menores si no hay dinero de por medio. Por eso nunca planeé correr hacia allí si escapaba del burdel y tampoco sé mi apellido —respondió Rosa, sin esperanzas de que eso la ayudara.
—Sería un buen comienzo buscar a todas las muchachas desaparecidas que se llamen Rosa. La persona que te vendió podría no haber viajado demasiado lejos de este pueblo para venderte. A menos que este sea el único pueblo que se dedique a vender a otros como esclavos —se preguntó Zayne.