Hera mantuvo su posición cerca de Xavier, con el presuntuoso Zen aún al frente. Nadie esperaba que él tomara la delantera, ya que era considerado el menos favorito para ganar. Sin embargo, parecía que Zen era inesperadamente hábil montando caballos.
Si Hera no hubiera discutido la raza del caballo con Zen ayer, podría haber creído que él simplemente estaba bromeando o fingiendo no saber. Ahora, ella sospechaba que Zen podría poseer una afinidad extraordinaria con los caballos, quizás incluso mereciendo el título de un genio equino que puede asimilarse con cualquier caballo.
Se sentía como si ambos la hubieran engañado. No había anticipado que ambos sobresaldrían en esto, pero con la competencia escalando, la sonrisa de Hera se ensanchó aún más.
—¿Estás listo, Diamante? —susurró a su caballo. Sabía que Diamante no podía entender sus palabras, pero sintió que había comunicado sus intenciones a su fiel corcel, que soltó un bufido por la nariz.