—Solo me estaba preguntando a dónde fue toda la comida —luego miró mi estómago y después a mí.
Tosí y me senté derecha otra vez.
—Seguro que no parecías que pudieras comer tanto —añadió con una risa y yo lo miré fijamente.
—Fue porque tenía hambre desde hace dos días. No comí mucho. Tú fuiste quien terminó la mayor parte de la comida —yo reponía y él se rió y asintió.
—Sí, sí, lo hice —había humor en su rostro y yo fruncí los labios.
—Entonces, ¿estás lista para irte? Le he preguntado a otros dónde podemos conseguir el carruaje —dijo mientras recogía los platos.
Era la primera vez que llevábamos nuestros platos a lavar nosotros mismos.
—Dámelos a mí, yo los lavaré —dije, ya que estaba muy por debajo de su respeto que él lavara platos. Ni siquiera podía imaginarlo haciendo tareas domésticas. El hombre que ni siquiera había tomado agua por sí mismo en toda su vida.
Él me miró y se rió.
—¿Cómo vas a hacer eso con una mano, mi querida esposa?