Nicolás bajó su cabeza desconsoladamente. —¿Dónde estás? Lamento tanto haberte olvidado. Lamento haberte dejado. Lo siento... no quise hacer eso. Por favor perdóname...
Más lágrimas caían de sus ojos, y se agarró fuertemente del pecho izquierdo. Nicolás se maldijo a sí mismo por no recordar nada acerca de su esposa. Se sentía tan culpable, había lastimado a la mujer.
Las lágrimas siguieron cayendo al suelo de madera mientras Nicolás continuaba contemplando lo que su esposa debió haber sentido después de que él la dejara sola en este lugar olvidado.
—Lo siento, —susurró con una voz temblorosa—. Lo siento… no quise hacerlo.
Continuaba disculpándose entre lágrimas, pero después de unos segundos, quedó atónito al darse cuenta de que había olvidado preguntarle al jefe del pueblo cómo se llamaba su esposa.