Sobresaltada, Savannah se levantó y enseguida se dio cuenta de que era una gorda rata. En este tipo de lugar, debe haber muchas ratas y ratones.
—¡Bang! —Savannah se quitó uno de sus zapatos y mató a la rata.
Probablemente porque había comido tanto que su sangre brotaba como un chorro, ensuciando el suelo y salpicando los pantalones de Donna.
Frunciendo el ceño ante las manchas de sangre, Savannah estaba a punto de llamar a la mujer para que las limpiara cuando de repente se le ocurrió una idea.
—¿Qué pasa, Savannah? —preguntó Donna, curiosa, al ver su rostro extraño.
Esta sangre de rata le dio a Savannah una nueva idea.
***
La primera luz de la mañana iluminó la casa de los Sterling.
En el sofá, Dylan, que no había dormido en toda la noche, seguía con aspecto frío y serio, esperando el informe del progreso desde la comisaría.