Henley controló su enojo, volvió con su loca esposa e intentó persuadirla.
—¿Y qué? Devin cometió errores. Si no hubiese robado el diseño y drogado a Savannah, Dylan no le habría hecho eso —dijo ella.
Susan le lanzó otra bofetada en la cara. —¡Eres mi esposo! ¡Deberías estar de mi lado! ¿Qué quieres decir? ¿Quieres traicionarme? ¡Henley, no olvides que si no fuera por mí, no tendrías el estatus de hoy, y serías un pobre trabajador, viviendo una vida baja y miserable! ¡Deberías ayudarme en todo lo que quiera hacer! ¡Ahora voy a encontrar otra forma de castigar a Savannah y mantener a Dylan sufriendo! —exclamó furiosa.
Obligado a comerse el marrón, Henley se cubrió la cara con la mano. —¿Que no estoy de tu lado? ¡Si no quisiera ayudarte, no habría venido aquí! Tenía miedo de que tu plan se expusiera, y Dylan se enfureciera. ¡En ese momento, te pondrías en peligro! —replicó él.