Savannah volvió en sí cuando Devin acercó su boca a su cuello, y de pronto lo golpeó con la rodilla en sus partes íntimas. —Oh —Devin emitió un alarido retrocediendo dos pasos, lo que despertó la bestia que llevaba dentro. Agarró a Savannah del brazo, la levantó y se dirigió a la siguiente habitación a grandes zancadas. —Bang —pateó la puerta que estaba sin cerrar, entró y después cerró la puerta con otra patada.
Savannah se retorcía horrorizada. —¡Devin! ¿Qué quieres? ¡Bájame! ¡Bastardo! ¡Déjame ir!
¡Cuanto más se resistía, más excitado se ponía Devin! ¿Dejarla ir? ¿Por qué? ¡Se suponía que era su mujer! No había disfrutado de su cuerpo cuando estaba con él, y Dylan lo había hecho antes que él. ¡Estaba furioso y celoso solo de pensarlo!
No, hoy debía hacerla su mujer. Quería disfrutar de los beneficios a los que había renunciado.
Lanzándola sobre la cama, la presionó bajo su cuerpo jadeante y comenzó a desabotonar su camisa.