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—Iré directo al grano —comenzó Artem—. La mayoría de las personas de esta manada se han comportado de manera despreciable. Muchos de vosotros habéis hecho cosas de las que deberíais avergonzaros. Habéis encerrado a miembros de vuestra familia, los habéis golpeado y los habéis dejado pasar hambre y muchos de vosotros incluso los habéis matado. Eso es inaceptable. Podía sentir la rabia y las emociones llenándome mientras me dirigía a la multitud, pero tenía que continuar.
—Estoy aquí para deciros ahora que eso ya no se permitirá. Si deseáis seguir siendo miembros de esta manada, tendréis que cambiar vuestras vidas radicalmente. La forma en que vivís, la manera en que tratáis a vuestros compañeros lobos, todo ello necesita cambiar —un murmullo recorrió la multitud—. Había más de un grupo entre ellos susurrando entre sí después de oír mis palabras.
Tenía que haber entre ellos a los que les costara mantener la boca cerrada. Siempre habría alguien intentando cruzar el límite.