La anciana solo se rió más. Ella había visto y conocido a varias personas en su larga vida y sabía que estos dos tenían una conexión como la de esposo y esposa.
Aunque digan dos respuestas diferentes, la Señora Rong no había pasado por alto la forma en que Feng Tianyi miraba a Tang Moyu. Era como si alguien hubiera tomado las estrellas del cielo y las hubiera colocado en sus ojos de obsidiana. Era como si todo su mundo girara alrededor de esta mujer.
—No le hagas caso, señora. Solo está siendo tonto —dijo Tang Moyu mientras continuaba comiendo y lanzaba miradas fulminantes a Feng Tianyi.
—Por cierto, ¿hay un hotel cercano donde podamos registrarnos? —preguntó Feng Tianyi—. Acabamos de llegar a este pueblo, así que aún no conocemos este lugar.
—Si también nos pudiera decir dónde está el supermercado más cercano, si no le importa —agregó Tang Moyu.