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Gu Yuyao no podía creer que esos dos hombres lograran convencer a su abuelo para permitirle regresar con ellos a Shenzhen. Pensó que el viejo ofrecería resistencia, negándose a dejarla salir de la Mansión Gu y Pekín otra vez.
Sin embargo, cuando tomó asiento frente al diablo y a la emperatriz en el jet privado propiedad de la familia Song, la realidad de volver a Shenzhen comenzó a asentarse en su mente.
—¿Qué tipo de acuerdo le ofrecieron a mi abuelo? —preguntó al diablo en cuanto él se acomodó al lado de Tang Moyu, quien estaba ocupada revisando sus correos en su portátil. La sempiterna emperatriz adicta al trabajo seguía igual. Incluso no podía dejar la empresa completamente a Lu Tianxin en este momento crítico.