—Estoy aquí —su suave voz la hizo girar la cabeza hacia el frente. Eltanin estaba sentado en una silla en pantalones, mirándola con sus ojos negros como el cuervo. Su cabello estaba todo despeinado de esa manera sexy pero se había afeitado.
Ella sonrió.
—¿Cuánto tiempo llevas despierto? —¿La había estado mirando todo este tiempo?
—Más de una hora.
—¿Por qué me dejaste dormir tanto tiempo? —preguntó ella mientras se frotaba los ojos.
—Parecía que realmente necesitabas descansar —él continuó mirándola mientras movía su garganta. La mirada en sus ojos se oscureció—. ¿Estás enojada conmigo?
Tania sabía por qué él le preguntaba eso. Había sido secuestrada tres veces y él se sentía responsable. No sabía de quién era la culpa. ¿De Eltanin o de ella? Tal vez, era su culpa porque ella creía en las personas a su alrededor, confiaba en ellas ciegamente y no era… astuta. Esperó a que la ira la llenara, pero no había llegado.
—No. No lo estoy. Sé que siempre te preocuparás por mí.