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El orbe de luz amarillo claro flotaba delante de ellos, guiándolos hacia el interior del templo —Tania sentía ganas de vomitar cuando el hedor podrido de cuerpos descompuestos junto con un fuerte olor a cobre de la magia negra se deslizaban sobre su piel—. El orbe emitía solo luz suficiente para iluminar su cercanía inmediata, pero ella podía distinguir las vigas y cabrios rotos que colgaban apenas.