Tarareando para sí misma, Marissa no usó el ascensor privado para entrar en la oficina. Hoy era un nuevo día y quería empezar todo con un ánimo fresco y mejor.
Ayer la forma en que Rafael y Dean le hicieron sentir que no estaba sola, sintió alivio después de tanto tiempo.
Alguien la había apoyado.
Ajustó la correa de su bolso sobre su hombro, echando un vistazo a su alrededor cuando sus ojos captaron la figura de alguien conocido de pie cerca del escritorio en otro rincón del pasillo.
—¿Dean? —llamó su nombre con una sonrisa sorprendida—. Llegas temprano, hombre. Como siempre.
Dean, quien estaba inclinado sobre una pila de archivos, perdido en sus pensamientos, se enderezó y pasó sus dedos por su cabello.
—Hola, Marissa —murmuró más para sí mismo y comenzó a poner los archivos uno encima del otro—. ¿Qué haces aquí? ¿No deberías haber usado el piso VIP?
Marissa se quitó su bolso y alzó la nariz para inhalar el tenue aroma del café recién hecho que flotaba en el aire.