Las palabras de Delinda seguían resonando en su cabeza una y otra vez.
—¿No todos intentan vigilarnos? —susurró para sus adentros.
—Pero luego ni siquiera se molestan en estar contigo cuando estás embarazada de sus hijos y los das a luz enfrentándote a la muerte —le dijo esto a su imagen parada en el baño de la oficina.
Después de lavarse las manos, se estaba alejando cuando Kate entró y dejó su bolso sobre la losa del lavabo.
—Necesito tu ayuda, Marissa —Marissa no respondió pero esperó a que ella hablara—. Por favor pídele al Señor Sinclair que le dé el contrato de mobiliario a Amir.
Marissa abrió la boca para decir que no, pero Kate la detuvo.
—Lo sé. Sé acerca de esos empresarios. Pero Amir... vivimos al día y Amir no se casará conmigo si no conseguimos dinero —admitió con preocupación.