—Duerme bien, princesa. —Rowan se inclinó y le besó la mejilla antes de partir. No se fiaba de quedarse más tiempo allí. Después de todo, llevaba meses célibe, la última vez que tocó a una mujer fue antes de partir hacia el reino de Ogregon y esta mujer de cabello rojizo era demasiado tentadora.
Zaya no pudo encontrarse con Rowan anoche, porque al parecer él regresó muy tarde, pero cuando se despertó, una mujer de unos treinta años estaba de pie al pie de su cama, esperando a que se despertara.
Sin embargo, Zaya notó cómo trataba de evitar su mirada. Parecía... cautelosa.
Si no se equivocaba, su nombre era Mary, sería su criada personal. Había otras dos chicas jóvenes que la asistirían, lo que significaba que Zaya tenía tres criadas propias, quienes atenderían todas sus necesidades.
—Estás despierta, princesa. —dijo Mary, luego salió y las otras dos chicas entraron en la habitación, sosteniendo una palangana y una toalla limpia para que Zaya se limpiara la cara.