Esto era una locura. La pesada carga en su hombro por la responsabilidad de ser quien tomó la vida de su propio compañero era insensata.
Amanecer sentía que la daga era muy pesada en su mano cuando agarraba el mango. Estaba temblando. El dolor de perder a su bestia no era nada comparado con el dolor de pensar en perder a Cénit.
¿Cómo podría perderla? ¿Cuándo fue la última vez que hablaron? Recordaba que fue cuando regresó al palacio después de cuidar de la serpiente venenosa en la tienda.
¿Quién hubiera pensado que esa sería la última vez que hablarían? Se sentía como si hubiera ocurrido hace varias vidas. Lo extrañaba mucho.
¿Cómo pudieron terminar así? ¿Ni siquiera hubo una despedida para ellos?
—¡Arrghh!