El pedazo de pizza en mi plato no lucía apetecible, mas bien tenía cara de implorar por salvación, a final de cuentas ¿quién quería ser devorado? La comida comenzaba a parecer víctimas, como si yo fuese la perpetradora de sus condenas, condenas para nada deliciosas. ¿Qué me estaba pasando? Probablemente de verdad me estaba afectando la muerte de mi mejor amiga, se había ido y todo había desaparecido con ella, la normalidad, las risas, los chismes e incluso las peleas por ver que actor de que serie era mas guapo.
Haciendo a un lado mi plato me plantee de nuevo todo lo sucedido en menos de un mes, desde la muerte de Kathe, hasta las palabras de su padre la noche anterior, Darío solo mejoraba un poco todo lo que estaba pasando, pero aun así, el nudo en mi garganta seguía ahí.
Román no me había llamado ni mandado un mensaje, y ya sé, es demasiado rápido para querer información que no era tan fácil conseguir, pero no podía dejar de pensar en el odio que se albergaba en la boca de mi estomago, ¿como era posible que una persona encubriera un asesinato de esa manera?, el padre de la víctima estaba tratando de averiguar quien le quitó la vida a su hija y lo único que obtenía era amenazas, en este punto no podía seguir confiando en la humanidad, todos estábamos condenado por nuestros actos, y no lo pensaba de manera religiosa, pues estoy segura de que en algún momento la balanza se inclinará hacia otro lado y todo por su propio peso caerá.
Por otro lado, si el padre de Kathe estaba mintiendo y no había habido ninguna amenaza, lo mas probable era que él tuviese algo que ver, no podía ni imaginar la razón por la que hubiese querido matar a su propia hija. Primero dar vida, y luego arrebatarla, ¿que tipo de ser viviente era aquel?
—¿Alexis? —la voz de Marceline me sacó de mis pensamientos—, ¿no vas a comer?
Mirando mi pedazo de pizza fría negué con la cabeza, de lo único que tenía ganas era de saber que era lo que había sucedido con Kathe. Era mas que obvio que mi obsesión por encontrar al asesino no era sana.
—Nada vas a remediar dejando de comer, el asesino no aparecerá y se entregara a la policía solo porque haces huelga de hambre —una huelga de hambre no era mi objetivo en este momento, simplemente la comida no me pasaba.
—No es una huelga de hambre, solo no tengo hambre —dije mirando de reojo a mi amiga que tenía la cara de preocupación de una madre que ve a su hija bajar de la moto de un chico tatuado, sin prejuicios, pero las madres conservadoras siguen existiendo y siendo un cliché que hay que explotar.
—Solo intenta comer, ir desmayándote por ahí no es de mucha ayuda cuando pretendes hackearle el teléfono a Fabiola, y al mismo tiempo hacerle creer a mi hermano que te retiras de la investigación de asesinato de Kathe —mis ojos se enfocaron en Marceline con sorpresa. Claro que Román se lo había dicho, ahora mi amiga estaba enterada de que quería que su novio hiciera cosas ilegales para encontrar mensajes que probablemente nos dieran información, o tal vez no.
—Román es una coladera contigo, no se le puede confiar nada —dije entre dientes mientras miraba sobre mi hombro par asegurarme de que nadie nos estuviese escuchando.
—Se supone que estamos juntas en esto, ahora parece que solo son Darío y tu buscando información y me han dejado fuera de todo esto —nunca espere una escena de celos protagonizada por Marceline, ella no era ese tipo de chica, pero tenía razón, habíamos empezado esto juntas y ahora ella había sido excluida.
Pero no es que yo quisiera excluirla, ella misma lo había dicho en los mensajes que me enviaba, sus padres estaban sobre ella día y noche, la recogían de la escuela, si necesitaba ir a algún lugar ellos la llevaban, si salía de casa para ir a la tienda la llamaban si se tarda mas de 5 minutos. En fin, sus padres la protegían un mantón, y no los culpaba, alguien había iniciado un incendio en su habitación. No sabía si los padres de Marceline y Darío sabían sobre el mensaje amenazador en la pared, pero podía apostar a que eso no cambiaría nada en la actitud que estaban teniendo con su hija menor.
—Lo siento, pero tu ahora estas bajo una lupa, tus padres no te quitan los ojos de encima, y solo tu hermano y yo hemos podido averiguar cosas, te juro que no he querido mantenerte al margen de esto, pero no quería que Darío se enojara contigo cuando supiera que le había pedido a Román hackear el teléfono de Fabiola y que tu lo sabias —era obvio que Marceline me guardaría el secreto si se lo pedía, pero su hermano no estaría muy feliz de que lo hiciera.
—El no se enterará de que lo sé, soy buena ocultando cosas, mi ahora quemada guarida secreta lo demuestra, si no hubiese sido por el incendio, nadie la hubiese descubierto —Marceline tenía un punto, era bueno ocultando cosas y sentimientos, de mente fuerte y fría, era el prototipo de chica que podría estar haciendo sacrificios en el patio de su casa y nadie sospecharía nada.
—Esta bien, lo admito, no debí ocultarte mi plan ilegal de pedirle a Román que hackee el teléfono de Fabiola —no era la primera vez que hacía algo sin decirle a Marceline, pero ahora se sentía como si la excluyera.
—Ok, entonces no mas mentiras sobre el asesinato de Kathe entre las dos, ¿entendido? —ella solíta delimitó que tipo de mentiras no podía haber entre las dos, que yo saliera con su hermano no estaba dentro de ese rango, así que estaba a salvo.
—Entendido —dije con una sonrisa de haberme salido con la mía.
El resto del día fue como cualquier otro sin Kathe. Erick y Sofía comenzaron a desaparecer durante la hora del receso y a aparecer en la siguiente clase otra vez, ya era normal, y creo que ahora ya no era nada sospechoso, debía haber algo romantico entre ellos.
Cuando salimos de clase, los padres de Marceline la recogieron como siempre y yo caminé a casa, todo estaba bien, o al menos hasta el momento.
Entré a casa y lo primero que vi fue a mi hermana sentada en un sillón de la sala abrazando sus rodillas y mirando su teléfono que estaba justo enfrente de ella, al otro lado del sillón. Me quité uno de los audifonos para poder preguntarle que carajos le pasaba, pero ella fue mas rápida.
—Ten —dijo alcanzando su teléfono en un movimiento y tirándolo por los aires hacia mi, apenas si lo atrapé cuando volvió a hablar—, tiralo a la basura, o quemalo, pero haz que deje de sonar.
Las palabras de mi hermana eran dignas de una enferma mental que necesitaba seriamente un tratamiento medico muy fuerte.
—¿Por qué?, ¿que te pasa, por me me lo arrojas? —exigí respuestas levantando su teléfono en mi mano, no hizo falta mucho tiempo para tener respuestas. El teléfono sonó y la pantalla se iluminó, alguien estaba llamando.
—Es él, estoy segura de que consiguió mi número y sabe donde estoy, él puede hacer eso y mas —ahora si que estaba preocupada, ¿de quien estaba hablando y por qué se ponía así?, parecía que la niña del haro la estaba llamando y ella no quería contestar para saber que le quedaban 7 días.
—¿De que estas hablando, loca?, ¿quien te llama y por que sabría donde estas si no se lo haz dicho tu? —mi hermana era prácticamente un fantasma, su Facebook ni siquiera tenía una foto suya y jamas la había visto compartir nada, no tenía otra red social y lo único que tenía algo de lógica en lo que decía era que nadie sabia su número de teléfono, lo había cambiado un par de días antes de venir a casa.
Ana miró a todas partes, y luego apuntó a su estomago.
—Él que me ayudo a hacer esto —dijo en un susurro.
Ya eramos muchos y parió la abuela. Esto era lo único que me faltaba, el padre de mi sobrino o sobrina entrando en escena para amenizar el drama que ya se estaba viviendo.
Como mala música de fondo para armonizar el ambiente, el teléfono volvió a sonar poniendo mas de los nervios a mi hermana.
Miré la pantalla para ver el numero del padre de mi sobrinoa, pero fue imposible, solo se podía leer "Número privado". ¿Como sabía mi hermana que era él cuando ni siquiera podía ver el número del que le llamaban?
—Ana, ni siquiera podemos ver el número, ¿como sabes que es él? —dije cruzando los brazos aun con el ruidoso teléfono de mi hermana en una mano.
—Siempre esta oculto su número, siempre fue así desde que nos conocimos —dice seriamente levantándose del sillón.
El teléfono dejó de sonar y mi hermana destensó los hombros, era evidente su angustia, y yo como buena hermana tenía que ayudarla con esto.
—Estas paranoica, puede ser solo una empresa interesada en que trabajes con ellos y ya —traté de convencerla quitándome por completo los audifonos para enfocarme en el asunto con atención plena.
—No, estoy segura de que es él, cualquier otra persona ya me hubiese mandado un correo o algo, él es mas de hablar de frente conmigo —me explicó echando miradas de mi a su teléfono en mi mano.
El teléfono volvió a sonar, definitivamente querían hablar con ella, y si no contestaba alguien esa llamada, iban a seguir insistiendo.
—¿Sabes que?, yo lo arreglo —dije descolgando el teléfono y pegándolo a mi oído.
—Buenas tardes, funerarias el muerto feliz, ¿en que puedo ayudarlo? —contesté con voz de querer vender ataudes como nunca nadie más lo quiso.
Los ojos de Ana casi se salen de su cara, y no la culpo, estaba siendo un poco infantil.
Una risa de fondo me tomó por sorpresa, era profunda y sexy. Si el tipo al otro lado era tan sexy como su risa, mi hermana era toda una traviesa.
—Señorita, ¿puede comunicarme con la dueña de la funeraria? —la voz del extraño padre de mi sobrinoa era profunda como su risa. Con una sonrisa gigante miré a mi hermana, quien ya estaba casi sobre mi, Ana trataba de quitarme el teléfono pero yo me movía con tal flexibilidad que cualquier contorsionista desearía.
—Por el momento esta ocupada embalsamando a una viejita que murió de urticaria, pero con gusto podría dejarme un mensaje y yo se lo paso —le di el pretexto más estúpido que me inventé mientras esquivaba a mi hermana.
—¡Alexis, dame el maldito teléfono! —gritó mi hermana súbitamente.
—Oh tal vez no —dije cuando Ana se quedó quieta frente a mi con cara de querer matarme, nunca había visto a mi hermana así, era mas de las que se traga su furia y deja de hablarte.
—¡El teléfono, Alexis! —volvió a gritar mi hermana.
Sin reproches le pasé el teléfono y la miré colgar sin vacilar.
—Al menos va a pensar que estamos locas y no querrá saber nada mas de ti —hablé tratando de hacerla sentir un poco mejor con respecto a lo que acababa de hacer.
—Tu no lo conoces, él no es una persona normal —¿a que se refería? ¿acaso el hombre era un alienígena? Si yo hubiese escuchado lo que el galán de mi hermana escuchó, definitivamente no volvería a llamarla.
Como si lo estuviéramos invocando, el teléfono ahora en la mano de mi hermana volvía a sonar. Definitivamente este hombre era un alienígena, o estaba loco por mi hermana.
—Creo que deberías contestarle, si yo fuese él, no hubiera llamado nunca mas, y eso solo significa que esta loco o que de verdad te ama —le aseguré sintiéndome consejera matrimonial—. Solo habla con él, si no te gusta lo que dice cuelgas, lo bloqueas y no vuelves a hablar con él.
Al parecer mi hermana de verdad estaba considerando lo que le había dicho, pues se había quedado callada y solo miraba el teléfono aun sonando.
—Lo pensaré —dijo pasando a mi lado para ir a su habitación. Definitivamente mi hermana había cambiado, por centésima vez lo notaba, ella nunca había actuado de esta manera.
A la hora de comer mi hermana seguía igual de callada, mis padres lo notaban, pues la miraban de vez en cuando con preocupación, comenzaba a sospechar que no había hablado con el padre de mi sobrinoa, lo mas seguro era que hubiese apagado su teléfono.
Regresé a mi cuarto para tomar una ducha y después comenzar a hacer la tarea, Román no había dado señales de vida, no me había enviado ni un solo mensaje sobre los progresos de la actividad ilícita que le había encomendado llevar a cabo.
Mi cabeza dando vueltas no me dejaba concentrarme en las ecuaciones de mi libreta, miraba mi teléfono justo a mi lado cada pocos minutos, sabía que esta acción no ayudaría a que Román me llamara para darme buenas noticias, pero aun así seguía mirando mi teléfono de vez en cuando.
Y de repente una llamada entró, pero no de la persona que esperaba.
"Marceline".
El nombre de mi amiga brillaba en la pantalla, no era raro que ella llamara, pero estaba vez no lo esperaba, tal vez Román había encontrado algo y la había llamado a ella primero.
—Marceline, ¿Román te ha llamado? ¿a dicho algo sobre el teléfono de Fabiola? —escupí apenas contesté.
Hubo un silencio en la línea, y después el sonido de alguien sorbiendo mocos al fondo. ¿A caso Marceline había adquirido sentido del humor y estaba jugando me una broma?
—¿Marceline? —cuando tampoco hubo respuesta comencé a preocuparme—, ¿que pasa? ¿estas bien?
—Darío —dijo entré lágrimas. Mi corazón se detuvo, un escalofrío recorrió mi espalda y dejé de respirar.
Algo le había ocurrido.
—¡¿Que pasa con Darío?! ¡¿que ha ocurrido!? —grité levantándome de la silla donde estaba sentada.
Ahora el llanto de mi amiga era más fuerte, podía escuchar su respiración entrecortada y como trataba de apartar las lágrimas y los mocos para hablar conmigo.
—Le dispararon —susurró para seguir llorando.
Me moví de un lado a otro en la habitación buscando ropa apara ponerme, no iba a quedarme en casa, iría hasta donde estuviera Darío, vivo o muerto, iría a donde fuese por él.
—¡Marceline! —levanté la voz—, ¡respira y dime!, ¿él esta bien? —saqué coraje de algún lugar muy profundo en mi, y respirando también logré tranquilizarme, un disparo no significaba la muerte, no siempre.
—No lo sé, mi papá se acaba de ir a la estación de policías, mi madre y yo estamos yendo al hospital del pueblo vecino, solo nos dijeron que perdió mucha sangre —mientras Marceline habla yo ya casi estaba lista para salir de casa y tomar el auto de mis padres si era necesario, no aceptaría una negativa a ir al hospital de parte de mis progenitores.
—Estoy yendo para haya, calmate, él estará bien —tenía que estar bien, perder a otro ser querido la dejaría hecha polvo, eso no podía pasar.
Marceline colgó y yo me puse los zapatos sin siquiera amarrar mis agujetas, salí al pasillo y fui directo a la sala, eran las 10 de la noche, estaba segura de que mis padres aun no se habían ido a dormir, y tenía razón, mis padres estaban viendo la televisión uno al lado del otro.
—Necesito que me lleven al hospital, le dispararon al hermano de Marceline y quiero ir a verlo —dije con decisión plantándome enfrente de ellos.
Los dos abrieron los ojos de par en par, no era de extrañar su sorpresa, los dos habían conocido a Darío hace unos cuantos días cuando su casa de quemó. Mi padre apagó la televisión y mi madre se puso recta en el sofá.
—Alexis, entiendo que quieras ir a ver como está, pero es muy tarde y no creó que sea un buen momento para que tu aparezcas, su familia debe estar a su lado —dijo mi padre, claro que no entendía por qué quería ir a ver a Darío, nadie sabía que estábamos saliendo.
—Papá, tengo que ir, Marceline me necesita —también Darío, pero no diría eso.
—Hija, es muy tarde, haz le caso a tu padre, mañana después de la escuela puedes ir a ver a Marcela y Darío, ahora sería mejor que te quedes aquí y llames a Marcela —claro que no entendían mi desesperación, y sabía que tendría que esperar a que se durmieran para tomar las llaves del auto de mi padre e ir al hospital.
—¡Como sea! —grité enfadada mientras me daba la vuelta para regresar a mi habitación.
Con un golpe cerré la puerta y me dejé caer en la cama. Intenté llamar a Marceline de nuevo, pero no contestó, mi preocupación comenzaba a crecer y crear un nudo más grande y difícil de ignorar en la boca de mi estomago.
Intenté distraerme con Instagram, pero no funcionó, solo deseaba que fuesen las 12 de la noche para escapar de casa e ir al hospital.
Aun no podía imaginar como fue que le dispararon a Darío, sabía que el ser policía a veces traía algunas consecuencias, gente mala buscándote por haberlos llevado a la cárcel, o incluso ser el mensaje de advertencia para gente de mas alto rango.
Mensajes de advertencia.
Un foco se iluminó en mi cabeza. Y desearía que nunca se hubiera encendido.
Las amenazas ya no eran algo nuevo, antes nos habían amenazado y no le habíamos dado la atención que se merecía. Tal vez si no hubiésemos seguido investigando no hubiesen disparado a Darío, tal vez el asesino de Kathe tenía algo que ver, tal vez ahora iría a tratar de matar a otro de nosotros, tal vez a Marceline, o tal vez a mi.
La puerta de mi cuarto se abrió de repente sacándome un susto de muerte. De un brinco me incorporé en mi cama.
—No te asustes, soy yo —dijo la sombra con voz de Ana que se infiltraba en mi habitación a oscuras.
—¿Que haces aquí? —le pregunté entrecerrando los ojos para tratar de verla mejor.
—Escuché lo que les dijiste a mis papás, ¿quieres que te lleve al hospital? —me propuso en voz baja.
¿Quien era esta y donde estaba mi hermana Ana?
—¿Hablas en serio? —dudé de su palabra, después de todo, le había contestado una llamada al padre de su futuro hijo o hija bromeando sobre ser una funeraria, eso debía de ponerme en su lista negra.
—Si, yo también necesito salir —me aseguró entre penumbras.
Sin hacer mas preguntas, me levanté de la cama rápidamente y me puse de nuevo los zapatos, no haría preguntas, claro que era extraño que mi hermana quisiera salir tan noche sin que mis padres se dieran cuenta, pero no le preguntaría para asegurarme de que su propuesta siguiera en pie, después lo averiguaría por mi cuenta ayudada de un par de extorsiones.
—Esperame enfrente del auto, iré por las llaves, no hagas ruido al salir —dijo marchándose de mi habitación.
Tomé un suéter, llaves y mi teléfono. Salí de mi habitación de puntillas para que mis padres no me escucharan, en un pueblo donde a las 12 de la noche no se escuchaba ni un ruido era fácil percibir los sonidos mas leves. Yo misma había sido testigo de peleas de los vecinos por la madrugada, era interesante saber por que la hija de mi vecina que ya tenía dos bendiciones, amenazaba a su madre con irse en ese mismísimo momento, a mitad de la noche. El chisme era mi pasión cuando no podía dormir.
Salí de la casa cerrando lentamente la puerta principal y esperé a mi hermana afuera. Sentía que algo faltaba, como si debiera llevar algo más al hospital, pero no sabía que. Miré de un lado al otro tratando de pensar que era lo que me faltaba, hasta que vi las hermosas flores de mi vecina y su hija la prófuga de la madrugada. Sería bueno llevarle flores a Darío, estaba segura de que él se pondría bien, era fuerte y un regalo de mi parte le daría ánimos.
Sin pensarlo mucho, me acerqué a la casa de la vecina que permanecía en silencio y a oscuras, y tomé una pequeña maceta con flores blancas hermosas de su pequeño pórtico lleno de muchas otras flores, no se daría cuenta, además, después le compraría otras.
Caminé de vuelta al lado del auto de mi padre estacionado en la calle, y en ese momento Ana salió de la casa cerrando lentamente la puerta con llave. Ana llevaba con ella su computadora y una tablet, ¿por que traía eso? ¿que demonios pensaba hacer?
Cuando ella se dio la vuelta para caminar hacia mi se detuvo en seco.
—¿De donde sacaste esa maceta? —me preguntó apuntando a las lindas flores blancas entre mis brazos.
—Responderé a tu pregunta si tu me dices porque has traído tu tablet y computadora —Ana se quedó callada y sin explicarme la presencia de todos sus dispositivos electrónicos se acercó al auto, abrió la puerta y quitó los seguros para que yo pudiera subir también.
—Ya subete al maldito auto, estoy segura de que las dos tenemos prisa —yo la tenía, Ana era totalmente un misterio.
Pero si hablábamos de misterios, el que me encontraría en el hospital le ganaba por mucho a mi hermana.