—¿O acaso me perdí las señales? —Absorta en sus pensamientos, lo observó enderezarse y obsequiarla con una cálida sonrisa, intensificando el enigmático atractivo que emanaba.
—Está tan lleno de misterios. Ojalá pudiera leer su mente… —reflexionaba para sus adentros.
Matteo ajustó su postura mientras extendía su mano para ayudarla con su atuendo. Sin embargo, cuando su toque rozó sus hombros, ella se estremeció involuntariamente, cerrando los ojos una vez más. Las dudas y los instintos de autoprotección libraban una guerra dentro de ella.
—Por favor, déjame manejar esta tarea por mi cuenta, al menos —logró reunir el valor para hablar, su voz ligeramente temblorosa—. Creo que puedo lograr ponerme la bata yo misma.