Cada día, el teléfono sonaría, y tan pronto como Tang Zhinian veía a su hija en la llamada, su rostro se ponía verde de rabia. Criar una hija no era nada divertido, y aquello de que las hijas son una "comodidad en la vejez" era una tontería. Más bien, eran como espinas que te perforan el corazón.
Después de irse a la universidad, ya no había llamadas diarias para decirle a papá cuánto lo echaba de menos. Ahora que tiene novio, todos sus pensamientos estaban consumidos por él.
Después de escuchar las quejas de Tang Zhinian, Ren Li no pudo evitar reír y llorar al mismo tiempo. —¿Qué niño no es así? —Los padres se esfuerzan sin descanso en criarlos, pero al final, se vuelven de otra persona.
Pensando en su propio Chengcheng, su corazón se llenó de la misma tristeza que el de Tang Zhinian. Su Pequeño Chengcheng, a quien había trabajado tan duro para traer a este mundo y criar, eventualmente crecería para pertenecer a alguien más.