Hace treinta minutos…
[La clase acaba de terminar. Estoy regresando.]
María levantó la mirada de la aburrida pantalla de su teléfono y suspiró. ¿Cuánto tiempo tuvo que seguir haciendo esto? Sólo habían pasado tres días desde que empezó y ya se sentía abrumada.
Su teléfono sonó y el príncipe respondió: [No me dijiste dónde estás].
Sus dedos furiosos escribieron: [Oficina principal del Grupo Loller. Te dije esto hace una hora, París.]
Y ella lo envió.
Un segundo después, su teléfono volvió a sonar.
[¿Te estás quejando? Aceptaste decirme dónde estás.]
Ese hermoso rostro adoptó una expresión inexpresiva. Si no hubiera cometido ese error y tuviera que compensarlo, le habría dicho lo que pensaba a ese extraño presidente.
Volviendo a guardar el teléfono en su bolso, suspiró con cansancio y volvió a coger el cepillo. Lo mejor era ignorarlo por el momento y concentrarse en su trabajo.
Ella haría que esta pieza funcionara y le demostraría a Claude que su concepto funcionaba.