A la mañana siguiente, se despertó en la cama de Julien, acurrucada junto a su pareja. Lacey lo vio dormir, disfrutando de la mirada pacífica en su rostro beatífico. Luego abrió un ojo, dándole una sonrisa arrogante.
—Buenos días.
—Buenos días. —Ella apoyó la cabeza en el hueco de su brazo, disfrutando despertarse y ver a este poderoso y hermoso hombre—. ¿Cómo has dormido?
—Como un bebe. —Luego se dio la vuelta y la besó en el cuello, y le susurró al oído—: ¿Y tú?
—Bien. —Luego se sentó, tirando de las sábanas a su alrededor—. El ataque fue como un golpe y una fuga. ¿No fue así? —Lacey levantó una ceja.
—Exactamente. —Se mordió el labio inferior, apartando el cabello de ella de su cuello y plantó un beso allí—. ¿Debemos hablar de negocios... ahora?
—He estado pensando en algo.
—Por supuesto que sí. —Se dejó caer de nuevo sobre la almohada, tirando de la otra sobre su cara y gimió.
Lacey se rió. Sin desanimarse, se llevó la almohada.