William Cole acababa de llegar a Hong Kong y, tras bajarse del avión, hizo una llamada:
—Hola, Julian Cook...
Treinta minutos después, en un café de Queen Road, William se encontró con este hombre al que no había visto durante varios meses.
Originalmente, había ordenado a Julian que se quedara en Hong Kong para ayudarlo a expandir su influencia en secreto.
Durante ese período, William había desviado fondos en secreto, dándole casi a Julian cien mil millones para administrar como él viera conveniente.
Ahora era el momento de que Julian demostrara su valía.
Los dos se sentaron en el café, observando el bullicio exterior, hablando como dos viejos amigos:
—¿Cómo van las cosas en Hong Kong ahora?
—No he estado aquí desde que regresé de Filipinas hace medio año.
—Ha habido demasiado que manejar en Gragan; después de todo, Hong Kong no es nuestro foco, así que no he tenido tiempo de ocuparme de los asuntos aquí.