—Basil Jaak, ¿estás bien? —preguntó el señor José a Basil Jaak.
Basil Jaak negó con la cabeza:
—Estoy bien, solo rocé por una bala.
En la selva africana, las batallas que Basil Jaak experimentó fueron mucho más peligrosas que la de esta noche. Tenía innumerables heridas, grandes y pequeñas. Un simple roce de bala, como el de esta noche, no era nada para él.
El señor José no escatimaba en elogios. Le dio una palmada a Basil Jaak en su hombro sano, riendo con aprobación:
—¡Ah, ser joven!
Jessica Flack, al ver que la paz había vuelto afuera, no pudo evitar abrir la puerta del coche y salir. Corrió hacia Basil Jaak y al ver la sangre empapando su ropa, se asustó y llamó ansiosamente al señor José:
—¡Señor José, está sangrando tanto! ¿Qué esperas? ¡Llévalo al hospital lo antes posible!
En su tono había un ligero reproche, que sorprendió al señor José. Miró a Jessica Flack sorprendido, sintiendo que esta joven no parecía la misma de siempre.