—Ah... —En un instante, antes de que Hai Xiaotang pudiera siquiera ver los lados de la moneda, ¡de repente fue arrastrada por Dongfang Yu, sus labios cubiertos a la fuerza por los de él!
La repentina arremetida del hombre la tomó por sorpresa.
Sus besos eran intensos y bruscos, como si no deseara nada más que devorarla por completo.
Hai Xiaotang estaba verdaderamente asustada, y con todas sus fuerzas lo empujó, gritando furiosa:
—¿¡Qué estás haciendo?!
La espalda de Dongfang Yu golpeó el cabezal de la cama, una oleada de dolor atravesando su pecho. Y aún así, una sonrisa permanecía en sus labios.
Incluso sus ojos traicionaban un placer indiscutible...
Su mirada era inusualmente chispeante, ardía con intensidad.
—¡Hai Xiaotang, es cara! —anunció con arrogancia.
Hai Xiaotang se quedó desconcertada. Miró hacia el suelo donde yacía la moneda; efectivamente, era cara.
De hecho, era cara...