Shen Juzhou permaneció en silencio.
—Todavía no hay nada para mí. ¿Puedo dejar de escuchar? Todo es de Papá de todos modos, solo léanselo a él solo —bostezó Shen Feifan.
—No te apresures, es solo cuestión de momentos ahora —llamó Shen Juzhou a Shen Feifan.
A continuación vinieron las acciones del Grupo Shen.
Este era el verdadero negocio.
Lo demás era solo trivial.
—En tercer lugar, el cincuenta y tres por ciento de las acciones del Grupo Shen que poseo serán heredadas en su totalidad por mi segundo hijo, Xu Rufeng —continuó el abogado.
Al caer las palabras,
todos quedaron estupefactos.
Excepto por Shen Feiwan y Xu Rufeng.
Shen Feiwan observó las expresiones asombradas de la familia Shen como si disfrutara de un chiste. Era verdaderamente satisfactorio. Pensaron que lo tendrían todo. Pero lo que obtuvieron fueron solo bagatelas. El verdadero premio gordo cayó enteramente en manos de Xu Rufeng.
—¡Digan eso otra vez! —pensó que había escuchado mal Shen Juzhou.