«¡T-tú! ¡Monstruo! ¿Qué tipo de seres malignos trajo el Señor Obsidiana a mi castillo?», pensó en voz alta Avaris.
—Ahora habla si no quieres que te ensarte con sal y alcohol —dijo Ren sacudiendo a Avaris.
—E-está bien. Está bien. ¡Hablaré! ¡Hablaré! ¡Voy al grano! ¡Solo no me ensartes con sal y alcohol! —exclamó Azazel agarrando las palmas de Ren con todas sus fuerzas, sus pegajosas manitas intentando suplicar por su vida.
—Ese es mi Ren —comentó Elena con corazones en sus ojos.
—Podría ser muy persuasivo si quisiera —asintió Evie con orgullo.
—¿Están seguras de que deberían estar orgullosas de sus malvadas maneras? —dijo Lorelai con expresión seria.
—No queremos escuchar eso de ti —replicaron Evie y Elena simultáneamente, ambas con expresiones serias idénticas.
—Cuéntanos qué pasó, Avaris —dijo Azazel—. ¿Cómo llegaste a estar así y cómo te robaron la corrupción?