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Con la guía de Elena y la intervención del Príncipe Zeroth, quien había logrado recuperar la compostura después de la intensa batalla, las dos reinas comenzaron a negociar los términos de un contrato de paz vinculante.
Horas pasaron, y las negociaciones estuvieron repletas de desacuerdos y concesiones. Sin embargo, con la realización de que su mutua destrucción solo llevaría al fin del Reino Fey, ambas reinas se vieron obligadas a encontrar un terreno común.
El contrato que forjaron era uno que aseguraría la coexistencia de sus respectivos territorios, con provisiones para recursos compartidos y defensa mutua contra amenazas externas.
Al grabarse las últimas palabras del contrato en un pergamino resplandeciente, un sentido de solemnidad se asentó sobre la habitación.