—Ren.
Ren miró desde su plato y se quedó mirando directamente a los ojos de su madre.
—¿Sí?
—¿Pasa algo? —preguntó Helen—. Has estado callado desde que llegaste aquí a desayunar. ¿Tienes algo en mente?
Ren negó con la cabeza, y el ceño fruncido en su rostro se relajó. —Solo problemas en la escuela y en el juego. El primer examen del semestre está a punto de empezar.
El periódico en las manos de Troy crujía cuando él pasaba las páginas. —No te preocupes demasiado por tus calificaciones. Mientras apruebes y obtengas ese diploma, todo estará bien. En cuanto a ese juego del que hablas, no tienes que ser tan duro contigo mismo. Tu madre y yo ya somos mayores, y no necesitamos nada más que comida y refugio
—Y medicinas —apuntó Helen.
—Y medicina. Pero cualquier cosa más allá de eso es innecesaria. Aún puedo trabajar y proveer nuestras necesidades. Antes, hacer nada aquí me cansaba aún más.