Cuando Lux y Cethus regresaron a Ciudad de Abingdon, los habitantes estaban preparándose para la evacuación próxima.
Naturalmente, algunos de ellos no querían irse porque la ciudad era su lugar de nacimiento. Sin embargo, los Guardias dijeron que si no querían irse, tendrían que valérselas por sí mismos cuando los Monstruos atacaran.
Este argumento los convenció fácilmente para reconsiderar su decisión de quedarse. Al final, aquellos que no querían irse comenzaron a empacar sus pertenencias de mala gana.
Sabían que si se quedaban en Ciudad de Abingdon, todos morirían sin la protección de los Guardias de la Ciudad, cuyos números habían disminuido a menos de la mitad de su tamaño original antes de que comenzaran los Ataques de las Bestias.
—¿El Monstruo de Rango Deimos aceptó ayudarnos? —preguntó Pietro en cuanto Lux aterrizó dentro de su residencia.