Dentro del salón, Gabriel podía oír pasos en el exterior. Miró hacia la puerta, frunciendo el ceño. Normalmente, nadie venía aquí ya que no se le permitía a nadie molestarlo. Si había una persona que podía venir, esa era solo Ezequiel.
Gabriel se sentó, esperando a que Ezequiel entrara. Sin embargo, para su sorpresa, escuchó el sonido de los pasos desvaneciéndose, indicando que Ezequiel se estaba alejando. Gabriel no pudo evitar preguntarse por qué Ezequiel había venido hasta aquí solo para marcharse sin verlo.
Se levantó y caminó hacia la puerta. Al abrirla, salió. Al salir al pasillo, notó que no había nadie. Ezequiel ya se había ido.
Desconcertado, contempló la idea de buscar a Ezequiel para obtener respuestas directas. Sin embargo, justo cuando dio un paso, su atención fue capturada por un sobre que yacía en el suelo.
La curiosidad pudo más que él, Gabriel se agachó y recogió el sobre, examinándolo detenidamente.
Era un sobre blanco simple, aparentemente ordinario.