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Al ver a los Abisales del Desierto paralizados por el ataque de Xisrith, Kaizen aprovechó la oportunidad y avanzó una vez más. Su estocada creó un torbellino de fuego que parecía envolver su espada. Su lanza brillaba intensamente mientras se abría paso entre las criaturas. Cada golpe estaba dirigido al menos a un punto vital de cada uno de sus oponentes, tratando de infligir el máximo daño posible.
Mientras tanto, Xisrith estaba obviamente recuperándose del poderoso encantamiento que acababa de utilizar.
Los Abisales, aunque paralizados, no podían ocultar el miedo en sus ojos mientras caían. Uno a uno, los golpes del Psíquico encontraban su objetivo en los puntos vitales de las criaturas, infligiendo daños devastadores. Con cada golpe preciso, la oscura sangre de los Abisales brotaba, tiñendo aún más el suelo arenoso.