La última advertencia de Guillermo les hizo recordar lo agitadas que habían sido sus vidas desde que el mundo comenzó a desmoronarse. Y parecía que iban a sufrir el mismo destino. Sin embargo, esta vez tenían que mantenerse firmes, defender los arreglos que habían construido y proteger a los maestros que iban a entrenar.
Según las instrucciones de Guillermo, al menos cien maestros deberían entrenar para activar la formación. Eso significaba que en cada grupo, unos pocos cientos quedarían para proteger a este grupo de cien, protegiéndolos como si fueran sus propias vidas y miembros cercanos de la familia.
Todos entendieron lo que tenían que hacer, pero no entendían qué sería eso para hacerlos sobrevivir. Los maestros más fuertes intentaron extender sus sentidos, tratando de ver qué estaba pasando allí arriba pero fallaron.