William seguía saltando de una tormenta de viento a otra, hasta que encontró algo nuevo en la tercera.
—¡Esto... Es un anillo... Un anillo espiritual... Uno que viene del mundo exterior! —exclamó.
William dejó de hacer lo que estaba haciendo en el momento en que encontró algo brillante en el suelo. Al inspeccionarlo, descubrió que era un anillo, uno que sería adecuado para una raza de gigantes, una de esas razas híbridas de monstruos y humanos que se volvieron lo suficientemente inteligentes como para considerarse una raza diferente.
No dudó en guardarlo. Solo por el tamaño de este sabía que no provenía de ningún lugar más que del mundo exterior.
Tal descubrimiento hizo que William prestara más atención al suelo. Y pronto encontró más anillos enterrados bajo las capas de polvo y huesos. Recogió todos de esta tormenta de viento, y en la siguiente encontró anillos de maestros de espíritus normales, que también recogió.