Mientras Rain se mantenía en pie en medio de la batalla contra los dragones Meteor, el tributo del fiero combate era evidente en su antes vibrante figura. Su cuerpo, adornado con sus ropas rasgadas y quemadas, llevaba las marcas de un conflicto intenso y brutal.
El cuerpo entero de Rain era un lienzo de devastación, un collage de heridas y quemaduras que cubrían cada pulgada de su ser. Marcas de carbonización, carne chamuscada y piel ampollada manchaban su juvenil tez, un testimonio de la ferocidad del fuego que había soportado.
Sus ropas colgaban en harapos, apenas adheridas a su cuerpo, empapadas de sangre y chamuscadas por el calor intenso de los ataques de los dragones. Los restos de su atuendo ofrecían poca protección, dejando la piel expuesta de Rain vulnerable a las llamas abrasadoras que lo habían envuelto repetidamente durante la batalla.