Cigarra Nocturna luchaba por comprender el concepto de vida eterna en un plano digital.
Su conocimiento era limitado, muy limitado. Nadie en la instalación de investigación había actuado como su maestro; nadie le había enseñado nada. Mientras los niños normales iban a la escuela, él había sido sometido a experimentos. Si algún maestro existía, era la Dra. Camille Amelia.
Ella era la persona con la que Cigarra Nocturna interactuaba más. Aunque fría y racional, tenía un atisbo de humanidad, ocasionalmente conversaba con él, aunque sus discusiones giraban predominantemente en torno a experimentos. Lamentablemente, la Dra. Amelia era la única vía de comunicación de Cigarra Nocturna.
—¿Me salvaste para hacerme trabajar para ti? —interrogó Cigarra Nocturna—. ¿Y a cambio... me ofreces libertad?