—Jonathan no mató apresuradamente a Charlotte —más bien, la dejó completamente indefensa, dejándola con apenas un último aliento, caminando lentamente hacia la muerte.
Incapaz de luchar, de resistirse, de pedir ayuda, de hacer algún sonido, pero su mente permanecía lúcida, su cerebro aún funcionaba, su corazón latía obstinadamente, manteniendo los últimos vestigios de vida en su cuerpo.
La esclerótica de Charlotte estaba completamente inyectada de sangre, la sangre le goteaba de la nariz y la boca, y sus ojos estaban llenos de desesperación, conmoción y furia.
Pero Jonathan simplemente la observaba en silencio, viendo cómo la luz se desvanecía de sus ojos abiertos de par en par, sus miembros rotos dejaban de temblar y su corazón dejaba de latir.
En el intervalo de espera, Jonathan se tomó dos segundos para recordar lo que había sentido la última vez que murió y pensó en cómo Fantasma y Charlotte habían trabajado juntos para matarlo.