—Hola —saludó Atticus.
Zoey tomaba respiraciones profundas y sutiles, intentando calmar sus nervios. «Solo sonríe como cuando ves a la abuela», se decía a sí misma en su interior.
La expresión de Zoey, que siempre había sido neutral, de repente cambió cuando sus labios se curvaron suavemente hacia arriba, formando una sonrisa que parecía irradiar calidez y luz.
Era una curva sutil pero cautivante de sus labios, imbuida de un encanto magnético que tenía el poder de cautivar incluso al observador más indiferente.
En ese momento, sus rasgos se suavizaron y un brillo danzó en sus ojos, iluminando su rostro con un resplandor etéreo.
La atmósfera a su alrededor parecía cambiar, impregnada de un aura de atractivo y gracia innegables.
Era como si la esencia misma de la alegría y la positividad se hubieran manifestado en su sonrisa.