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Al entrar a su habitación, Andrés guardó sus cosas en el armario mientras Hannah se acercaba a la gran ventana de cristal. Su habitación estaba en el cuarto piso. Desde su ubicación, ella podía ver la vista pintoresca de la playa afuera.
Los labios de Hannah se extendieron en una cálida sonrisa. Estaba asombrada por el hermoso paisaje exterior. Se veía refrescante.
Sus ojos todavía fijos afuera cuando de repente sintió los fuertes brazos de Andrés envolviendo su diminuta cintura. La abrazó por detrás. Luego colocó su barbilla sobre su hombro derecho mientras le decía algo en voz baja.
—¿Te gusta aquí? —preguntó Andrés suavemente, frotando su nariz en la curva de su cuello.
Hannah asintió con una sonrisa. —Sí, el lugar es hermoso.
—Pero para mí, tú eres la más hermosa —susurró Andrés.