—¡Penny mira! —Penny escuchó una voz distante que hablaba en su sueño que tenía—. Mira esto aquí mismo —dijo la voz del hombre.
La pequeña Penélope levantó la vista hacia el hombre, su padre, que había capturado un pez dorado en su mano. Estaban en la corriente de agua que bajaba precipitadamente mientras traía nuevos peces cada minuto y todos los días.
—Papá, ¡se está muriendo! —dijo ella mirando al pez aletear sus aletas y cuerpo. Advirtiendo la angustia de su hija por el pez moribundo, él dejó al pez ir, soltándolo, que se unió al resto de su banco en el río.
La niña aún se veía preocupada, con un ceño fruncido que se asentó entre sus cejas. Su padre se rió al mirarla —¿No dijiste que querías comer algo de pescado para cenar? —le preguntó a su hija.