Eugenio jugaba con su pistola, girándola en su dedo antes de sujetarla firmemente. Podía ver la sangre que brotaba de su cuerpo y la había acertado justo en el lado derecho de su pecho, lugar donde se encontraba el corazón de la bruja, a diferencia de los humanos normales cuyo corazón reside en el lado izquierdo del pecho.
La bruja negra se desplomó en el suelo húmedo que estaba manchado con la tierra suelta después de la lluvia del día anterior en el bosque. Eugenio podía decir que la bruja iba a morir, pero para estar del lado más seguro, como le habían enseñado su gente, era mejor cortar la cabeza del cuerpo.
Al llegar donde ella estaba, la sujetó tirando de la parte trasera de su cabeza haciendo que gemiera. Se veía indefensa —Debo decir que ambos me desorientaron por unos días, pero no puedes escapar de la nariz de un cazador.
—¿Es porque eres un perro? —preguntó la bruja negra, sus ojos entrecerrados por el dolor.